Diario intimo de un chico salame

este sin sentido blog es para mi vida un espejo, el espejo que se dobla por una "ella" que va sin saberse mi sueño, y se que este blog es una cursileria de las peores, de esas que se toman para las jodas de amigas y chicas feas, para novios inseguros y para quien no tiene nada mas que nada. Yo, en definitiva lo escribo para ella, y para mi, y para el alma caritativa que me rompa como cristal y me haga ver que asi no puedo ser =P

Nombre: Juan Pablo Alvarez
Ubicación: Córdoba, Córdoba, Argentina

martes, noviembre 08, 2005

Lejos mio

Solía (y suelo) hablar sobre dolores; cualquiera de mis conocidos sabe que es así, que fue así y que seguirá siéndolo. Hablo (ubicado en cualquier tiempo, mirando hacia cualquier momento) de los dolores, de la libertad, de la imposibilidad de amar, de fútbol, de Córdoba…No se por que relaciono todo esto; es obvio que en mí todo se relaciona, como en un guiso mágico al cual a un poroto se le atan hilos que lo unen a otros porotos, a papas, a lentejas, por decirlo de algún modo.

Siempre me molestó mucho una realidad, no por todos advertida: un hombre no puede vivir un segundo de su vida sin tener al menos un dolor pendiente como un péndulo sobre si. Te duele una muela, te duele la distancia, te duele la culpa de comer lo que no debías; de estar sentado y no parado, de saber que en general no vas a actuar de la manera excelente que crees se te exige (que uno se exige).También te duele lo que no ocurre y el tiempo que pasa o que no pasa, según el capricho de sentirnos amos y navegantes de las leyes del mundo y del tiempo (uno debería poder manejar las leyes de la naturaleza y los espíritus, y manejar en igualdad de condiciones los hilos de nuestros destinos –todos, el de cada uno de nosotros y el de los demás-, algo más justo que lo que ahora ocurre, donde, como se sabe, lo sobrenatural solo es patrimonio de unos pocos que yo, ahora, reconozco)

Yo, Sufro.

Todo cambió hace un tiempo, logré un avance (sin embargo el tema del dolor sigue ahí, como una gota golpeando en el insomnio) y puedo decir que en cierto modo me sorprendió. Digo en cierto modo, y no es inocente: yo anduve buscando mucho encontrar algún tipo de técnica, no ya para frenar la aparición de todo dolor, propósito que perdí, que descarte hace unos meses, por razones por algunos conocidas y por otros intuidas (siempre van a haber generadores de dolor, eficaces porque, como las pestes, mutan, y se especializan en encontrar el punto débil de uno, y uno tiene tantas, pero tantas debilidades…), sino para sustraerme de sus efectos, salirme de sus esferas de poder. Que se yo, escaparme. Si, el término es escaparme, efectivamente. Hice muchas pruebas; practiqué muchos métodos, algunos más exitosos que otros. Me di por vencido. Finalmente todo sucedió por un accidente.

Lo curioso de esto es que no se cual fue el fenómeno que provocó esto, no vi su forma, ni recibí ninguna señal de este sobre mis sentidos (no un sabor, no un sonido, no un perfume, ni una aspereza) si bien yo me lo represento (arbitrariamente) como alguna especie de las maquinarias, antigua, hecha de humos y escamas. Se que puedo ubicarlo en su acontecimiento, por aproximación, por probabilidad, en algún momento mientras caminaba suelto cierto día con ella y Tania. No hay testigos de la ocurrencia del hecho: al parecer el fenómeno ocurrió (no dudo que ocurrió), se deslizó, en alguna de las esferas de lo invisible, y me ataco sin ninguna señal ni pedido de auxilio de mi parte para el exterior. No tengo testigos de lo que ahora me ocurre, de lo que el fenómeno suscitó en mí: al parecer lo que me vivo solo acontece en mí, y es lo bastante sutil para pasar desapercibido. Como sea, “lo que me ocurre” a efecto de aquello, de alguna manera misteriosa, yo lo relaciono con “ella”, esencialmente por las implicancias que en mi actual estado tienen ella y mi alejamiento. Su presencia fue necesaria, para bien o para mal. Alguna vez se lo voy a decir, cuando pueda entenderlo, y creo que no es este el momento.

Le llame alejamiento. Efectivamente, literalmente, es lo que vivo. Entre escombros sueltos y arena húmeda, bajo el castigo de la luz eléctrica y de los caños de escape, mientras estaba caminando, me aleje, de repente, de mi mismo. O debería decir que nos alejamos: mi cuerpo, mi “visibilidad”, parece seguir “existiendo”, en una manera tan real que no se hasta que punto no es él el que realmente existe (me suplanta, es mi cara, existe al menos para los demás, es), hasta que punto no tiene algún otro tipo de conciencia que lo dirige, que al menos le hace tener conciencia de su individualidad vacía. Por el momento no pienso mucho en eso, o prefiero no hacerlo.

El fenómeno es extraño: a veces se revierte y volvemos a estar juntos, sin que en la reunión se descubra algo de resentimiento de “él” hacia mi, ni mío hacia él; nos reunimos como si nada hubiera pasado, ni tiempo ni millones de sombras prolongadas sobre el cemento desde los faroles, en la noche. Sin embargo, la mayoría de las veces estamos separados y yo me mantengo de dos a ocho metros detrás de “él”, jugándolo como a un títere, usando de finísimos hilos, preocupado y científico.

Si, tengo que manejarlo, a pesar mío. Desearía que se fuera lejos de mi, pateando en la oscuridad, y yo de el, volando por sobre el suelo. No puedo: Es como una marioneta que se mueve allá, a entre dos y ocho metros de donde estoy. No se como es que lo manejo; se me hace difícil saberlo no teniendo manos ni pies, como deben suponerlo. Ese mismo decir “entre dos y ocho metros de donde estoy” es bastante aproximativo: no estoy muy seguro de que contar las baldosas de la vereda sea un criterio muy exacto para afirmar tanto, máxime si no tengo dimensiones (o las tengo todas). Creo que a veces estoy aun más lejos

Extrañas veces, muy extrañas veces, creo yo, se nota mi estado desdoblado, multiplicado, “corrido”. He notado que el hambre hace suponer de manera patente lo que me esta ocurriendo: ella y Tania me sugirieron advertirlo, pero todo quedo en nada. Otras veces, cuando hablo “yo”, siendo uno con “él” prometo a ella decirle ciertas cosas (las mas reales) que luego la torpeza de mi cuerpo no sabe repetir (yo mismo sospecho a veces que me saboteo por miedo a que, a efecto de las palabras mágicas que idee, “él” se una de nuevo a mi, devolviéndome los dolores). Algo parecido me pasa con el alcohol, y es por eso que no se si quiero estar con ella estando borracho, ni se si así quiero estar conmigo mismo.

Se me preguntará cual es el beneficio de este desdoblamiento en dos, y sé que tal pregunta es justa. Ni yo mismo se bien la respuesta, solo se que es un hecho divertido, y por lo demás, curioso. Por lo pronto se me acalló el dolor físico, y en cierta manera eso hace que esté más tranquilo, menos adolorido (en cierta manera…). No esta de mas decir, por otra parte, que muchos de los dolores espirituales también mermaron (en las ultimas semanas si hay algo que aprendí es como varios de los dolores espirituales se relacionan mutuamente y se determinan en sus formas, fantasmas y pesadillas, con los dolores físicos). Me echo bajo la sombra cariñosa de los edificios y ni él ni yo pensamos nada; creo que en Plaza Italia nada me duele… Si vamos al caso tiene mi estado también otra ventaja inesperada: mientras me manejo a mi “él” tengo cierta libertad para mirarla, buscar sus perfiles, ubicarme en el brillo de sus ojos, obviar todo lo demás, no preocupándome por los tropezones ni sus miradas, captar alguna leve inflexión de sus labios y sus palabras, etc. Y eso me hace bien, es productivo, es bastante mas que lo que hacia uno siendo uno.

Ahora mismo lo miro a él sentado frente a la maquina; yo, acá atrás, moviéndolo. Hacemos buena pareja, no es tan malo conmigo. Cierto es que sufro con el, también que no disfruto sin él. Este estado ya me fue aburriendo, por su intrascendencia; creo que me estoy volviendo loco de aburrimiento suicida; juntos era el dolor aventurero, yo no se... No se si mientras le susurro a sus manos estas palabras frente a la pantalla no esta llorando. Yo se bien que lo he postergado, lo he postergado tanto, no he pensado suficientemente en él, si hasta el doctor (se lo confesé, el me estudió, lo cual confirma la veracidad de lo que digo, para ustedes, mas allá de que poco me interesa su opinión de esto) me dice que es inhumano tratarlo así y eso nos duele más mirando su cara de perro sucio frente a mi y sus ojos de Chaplin en el espejo.

He estado intentando encontrar alguna forma de controlar mis desdoblamientos, leyendo sobre el desprendimiento del cuerpo astral en los textos hindúes, o, haciendo caber la posibilidad de que esté esquizofrénico o con algún otro tipo de psicopatía (yo que se…), aceptando que todo esto no es mas que imaginario, estudiando textos de psicología. Por el momento la posibilidad de salir por estos medios se me presenta bastante increíble, fabulosa, me huele a superstición. Si lo he intentado, a pesar de mis precauciones, es porque me doy cuenta de que esta situación aunque estanca, por estable e inocua, es falsa y desesperante. Si le debo a “él” gran parte de mis dolores pasados, se que los posibles placeres futuros solo son posibles juntos (y los de él también… y lo sabe, lo noto en su rostro de idiota). A veces casi le tengo cariño…

Hoy sueño con reunirnos, tomando una esquina sobre independencia, en inercia tranquila, aun a riesgo del dolor, a riesgo de no poder separarme más. Según la lógica que me determina, que me signa, parece que ese reunirnos va a ocurrir por una casualidad nuevamente o, si lo pienso bien, por un efecto del destino o de la providencia. Por ahora espero, y me siento bien; no se que decir sobre “él”.

Transcurro los días en el mas completo desgano, y postergo las cosas viviendo otras, y sin ser. A veces cuando caminamos con él bajo la noche herrada con una luna turca, salpicada su piel negra de sudor de estrellas le palmeo el hombro y casi nos unimos; otras veces cuando estoy con ella sentados en un banco, o sobre el césped o el cemento, nos unimos aun mas y con él nos miramos a los ojos, pienso en lo posible, en la hora de la providencia o del destino, en ella y en mi posible unidad. Luego, ella, se va y dudo. Solo se que tal vez ella es la casualidad que espero para reunirme, la oportunidad que necesito, la peripecia imaginada por el libro para cambiar mi destino, o la voz providencial de Dios que me propone “levántate y anda”

3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

jajaja, qué groso final...

La verdad que leer tanto texto me dejó pensando (supongo que podemos decir que es casi inevitable) y creo que se te escapa algo a todo tu razonamiento.
Es verdad: Sufrir es ineludible, es la vida misma, y sin embargo, es la sombra que nos marca dónde está la luz. Es el contraste que nos enseña que luego de todo eso que pesa, vale la pena levantarse, andar y disfrutar un tanto.

Sos un groso, Angie =P, aunque seas amigo de Ged, jajajaj

El Faro xD

5:09 p. m.  
Anonymous Anónimo said...

cuánto optimismo en ese comentario!!
Bueno Juan Pablo, esta vez mi prueba es comentarar los comentarios...siempre pensando algo para sorprenderte...algún día me saldrá...
un beso grande desde acá!!!!

8:27 p. m.  
Blogger Juan Pablo Alvarez said...

que lindo!!!!
=P
=P
=P
son dulcesss jeje

12:00 a. m.  

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